Conclusiones

Desde la Prehistoria pasando por el Imperio romano hasta el París de mayo del 68, los grafitis se configuran como una riquísima fuente de información de tiempos pasados… ¿y presentes? La historia está escrita por los vencedores, por aquellos que han detentado el poder y controlado tanto los medios de impresión como la libre distribución del pensamiento a través de la censura. Nada o poco se sabe de la población llana, de los perdedores, de los que no tenían la oportunidad de contar su historia. Sin embargo, en la actualidad, son el gran objetivo de la Historia, de la Arqueología y de la Antropología Cultural como medio para conocer a las sociedades pasadas y entender así mejor el presente. A través de los grafitis de Pompeya hemos tenido la oportunidad de conocer cómo vivían sus habitantes: sus lugares de reunión, su dieta, su ocio, su lenguaje, con un latín que difiere enormemente de los convencionalismos académicos, e incluso su sentido del humor. Todo ello no hubiera sido posible sin que una desgracia, como la erupción del Vesubio en el año 79, preservara esos grafitis que ya nadie pudo borrar.

Borrando la historia, de Banksy

Borrando la historia, de Banksy - Fuente: Bull 2011

 

Desde sus inicios, el grafiti ha experimentado una evolución hacia una democratización, entendida como una mayor accesibilidad, en base a los códigos más abiertos del postgrafiti posibilitando así que llegue a un público más amplio. Este cambio ha hecho que el arte urbano en general y el grafiti en particular sean valorados hasta tal punto que un elevado número de ciudadanos lo identifiquen como arte en lugar de como acto vandálico. Paralelo a ese desarrollo, los artistas urbanos han alcanzado cotas de popularidad jamás experimentadas gracias a grafiteros como Banksy, sin duda el autor más mediático de este movimiento. Esta popularidad ha contribuido a que, en ciertos casos, las diferentes autoridades protejan y preserven estas obras en lugar de eliminarlas.

El popular artista inglés tiene tantos enemigos como detractores, incluso entre la propia comunidad del grafiti, si bien es indudable que su obra no deja indiferente a nadie como él mismo afirma en el documental de Day: “La gente me ama, me odia o no le importo”. Su ácida visión de la sociedad, del establishment y de la geopolítica ha sido tan bien acogida por el público que sus obras son arrancadas de las paredes para ser vendidas por auténticas fortunas, despertando el recelo entre la comunidad del grafiti mientras los críticos de arte y conservadores de museos no se ponen de acuerdo a la hora de verlo como un verdadero artista y llegan a calificar sus obras como “basura”. No obstante, si hay algo que no le pueden negar es que provoca el pensamiento y la reflexión sobre y en la sociedad en la que vivimos a través de unas imágenes que ofrecen críticas sutiles en unos casos y devastadoras en otros, pero siempre bajo la sarcástica visión de un artista que, como ningún otro, ha revolucionado, promocionado y popularizado un arte que aún no ha dejado de ser ilegal ni perseguido. En este sentido, Blek le Rat hace la siguiente reflexión: “[…] ¿Cuándo nos va a reconocer la gente en el poder? No lo sé. Quizás ocurra en diez o veinte años. Quizás cuando el movimiento haya acabado”[1].

En Londres, Liverpool o San Francisco sus obras están comenzando a ser protegidas con pantallas de metacrilato mientras en su Brighton natal toda obra nueva es preservada inmediatamente. En estas y otras ciudades se han creado mapas online[2] con la ubicación de sus obras y se crean rutas turísticas para disfrutar de ellas, como el propuesto por Elena Broca (2016) en Bristol.

Grafiti de Banksy protegido

Obra protegida con pantalla de metacrilato de Banksy en Londres - Fuente: Bull 2011

 

Por otra parte, su espacio en los museos parece que empieza a configurarse. El Bristol Museum cuenta con algunas de sus pinturas y esculturas en su colección permanente. En febrero de 2019, el British Museum de Londres ha adquirió un billete falso de 10 libras con el rostro de Lady Di de los cuales Banksy imprimió una serie por valor de un millón de libras para arrojarlos sobre los participantes del carnaval de 2004 del barrio londinense de Notting Hill[3]. Finalmente, el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Amsterdam (MOCO) acoge una exhibición no autorizada de su obra proveniente de coleccionistas privados[4].

Si debe o no ser considerado como arte es una pregunta que no acaba de responder ni la Academia, ni las instituciones ni la propia ciudadanía. Para los propios grafiteros su trabajo no es arte. Es adrenalina y peligro, pero también es vanidad y reconocimiento. Nos corresponde a cada uno de nosotros entenderlo como arte o no ya que la consideración de arte, a fin de cuentas, no deja de ser una valoración subjetiva.

En la primera acepción de la definición de este término de la RAE[5], se afirma que es la “capacidad, habilidad para hacer algo” mientras que en la segunda la considera una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Por su parte, Reyes Sánchez, en su artículo Graffiti. ¿Arte o vandalismo? (2012: 67), afirma que “el arte es una obra con un componente estético que quien la esté observando no sea capaz de realizar”. Ambas afirmaciones están de acuerdo que detrás de todo arte debe haber una habilidad o capacidad especial. A ello hemos de añadir la necesaria existencia de una idea original que se quiere transmitir. No obstante, en arte en general y en el caso del grafiti en particular, como el grafitero Risk afirma, hay que separar el grano de la paja: “El grafiti es algo nuevo y (las instituciones, los críticos…) no distinguen lo bueno de lo malo. No saben la diferencia entre este chaval que coge su primer bote de spray y este tipo que lleva haciéndolo veinte o treinta años. Ellos no saben la diferencia”[6].

A lo largo de este trabajo hemos tratado de mostrar lo más claramente posible el proceso creativo que hay detrás de la obra de Banksy analizando la aplicación de una gran variedad de técnicas. Además, se ha podido comprobar que detrás de sus creaciones hay todo un movimiento cultural, una subcultura que lleva aparejada una forma de vida que es reflejo de la sociedad contemporánea: rapidez, cambio, adrenalina, publicidad, consumo, narcisismo, secularización, digitalización, multiculturalidad, urbanidad, etc. Tony Serra afirma que “Todas las subculturas que se sienten reprimidas por la cultura predominante encuentran una vía a través de la cual canalizar su creatividad artística y su mentalidad contestataria. Los grafitis responden a la inquietudes psicológicas, intelectuales, sociales y políticas de una subcultura […]”[7]. En línea con esta idea, consideramos el grafiti como una proyección de una subcultura y, en el caso de la obra de Banksy, como una proyección de ideas universales plasmadas mediante un conjunto de técnicas que hacen fácilmente identificable su trabajo y detrás del cual hay un espíritu contestatario y transgresor junto a un fuerte componente nihilista y narcisista. Su trascendencia en la historia del arte sólo se verá cuando el movimiento evolucione o termine, si bien artistas como Ben Eine lo tienen claro: “Todos saben que Banksy es lo más grande en arte callejero. [...] De Banksy se dice que es el próximo Andy Warhol”[8].

 



[1] Day 2017.

[2] Ejemplo de mapa online de Google My Maps: http://xurl.es/448vz.

[5] RAE. Arte. Ver en https://dle.rae.es/?id=3q9w3lk.

[6]Day 2017.

[7]Schiller et al 2010: 312.

[8]Day 2017.

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